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Siempre hay una primera vez

Por Carola Fresno


¿Alguien no ha pedaleado antes en pelotón? pregunta Fede, uno de los monitores del grupo, mientras íbamos en el bus camino a Putaendo. Con algo de vergüenza, levanto la mano. Y es que normalmente pedaleo de a 2 o 4 personas, entonces la experiencia del pelotón no la había vivido aún. “No te preocupes, te enseñaremos” fue su respuesta, con la cual yo me quedé tranquilísima.

Y es que ahora puedo decir que hay una gran diferencia entre pedalear solo, en grupo pequeño, o en “pelotón" como se le suele decir a los grupos más grandes, porque además de estar atento a todo lo que pueda pasar a tu alrededor, debes preocuparte por el resto de los compañeros del grupo e ir MUY atento a las señales y el camino para compartirlas y que nadie tenga un accidente.


Como contexto, para entender por qué alguien puede inscribirse en una salida de 120kms sin saber cómo se pedalea en pelotón, parto por comentar que pedaleo en ruta y gravel gracias a la pandemia. Un poco antes de que nos encerraran en Marzo 2020, un amigo me ofreció un rodillo con harto descuento. Como sabía que en otros países ya estaban en cuarentenas, le dije que sí sin pensarlo dos veces.

Subí mi MTB al rodillo (la que usaba para moverme por la ciudad mayormente), y empecé a pedalear ahí apenas nos dijeron: “Quédese en su casa”. Con el tiempo, fui aprendiendo cómo usar Zwift y caché que habían carreras virtuales. Y de a poquito empecé a meterme en el mundo del ciclismo virtual. Ahí fue cuando conocí a las Reinas del Pedal, quienes fueron fundamentales para aprender todo lo que sé de ciclismo. Compré mis primeras calzas con poto, las que yo no sabía se usaban sin calzones (error clásico de principiantes, supe después). Aprendí lo que era un potenciómetro, un FTP, que se dice sillín y no asiento, etc, etc.



En fin, con más libertades, empecé a salir con algunas amigas y a familiarizarme más con la bici en terreno. Al igual que con el Trail running, cuando me meto en un deporte, me embalo full, por lo que me compré una gravelera y me inscribí en Fireflies Patagonia 2021 (ride solidario de aprox 8 días y muchísimos kilómetros que se hace mientas juntas $ para los niños de la fundación Vivir Más Feliz). Me cambié a vivir al sur y mis días de entrenamiento pasaron a ser casi todos sola, y pedaleando en caminos de tierra.


Cuento corto, veo que las Reinas invitan a La Travesía desde Putaendo a Salinas de Pullally en una fecha en la que justo estaría en Santiago, así que no lo dudé ni un minuto, y me inscribí en la distancia más larga y dura, ya que hace poco había hecho 100kms con 1700mts+, por lo que 120kms con 1800mts+ creía podría hacerlos si problema. Lo que no sumé a la ecuación es que mi anterior “hazaña” había sido en Patagonia, con viento y temperatura más bajas que altas.


Partimos desde Putaendo, me sentía bien. Traté de seguirles el ritmo a las chicas que iban en el grupo Reinas, pero al poco andar me di cuenta lo fuertes que eran. No supuse sería un problema hasta que nos afrontamos a la primera cuesta a los pocos kilómetros. En resumen, sentí me fundía con el cemento. Hace tiempo que no transpiraba como lo hice esos kilómetros (hay hasta una foto que avala mi sentir jajaja). La bajada fue un premiazo, y con algo de viento en contra, ¡más aún!



Después de una parada cortita, aprovechando el impulso, seguimos. Ahí aproveché de meterme un poco más adelante y navegar unos kilómetros con la inercia de la ola que se genera en el pelotón, descubriendo que es una sensación bien interesante, que te hace descansar y sentir que vas como las tortugas de “Dónde está Nemo”, con el Flow del grupo, gozando del momento.


La ruta seguía tranqui por varios kilómetros, hasta Cabildo, lugar en donde hicimos una parada más larga ya que era el punto en donde el grupo grande se separaría. Las Reina tomarían una cuesta que en 5kms tenía 800mts+, y las Princesas seguirían por una ruta más plana hasta el final. Un rato antes no había ni necesitado que me preguntaran si estaba de acuerdo con bajarme a Princesa… la idea del nuevo título real la tomaba feliz. El poder seguir disfrutando de la ruta y aplicando lo que estaba aprendiendo era más atractivo que el tratar de superar esa cuesta.



Andar en pelotón sale natural, uno se cuida y se ayuda al hacerlo. Lo ideal es adaptarte al ritmo de todos, pero si este no te acomoda o no logras llevarlo, comunicas que te irás en solitario, con muchísimo cuidado. Yo no lo quería hacer, porque pedalear en grupo tiene sus ventajas, ya que además de poder conversar con tus compañeros haciendo que la ruta se haga más amena, puedes descansar y reducir tu desgaste físico al enfrentarte al viento en conjunto. Lo que yo no sabía, era que, para eso, se recomienda ir al medio, y no al final, ya que tratar de seguir y engancharse del grupo constantemente es un poco más difícil. O, por lo menos a mí lo fue ya que la opción de bajar un poco la cadencia me tentaba rápidamente, haciendo que quedara atrás. Menos mal íbamos con un monitor, (a quién le debo esos kilómetros) porque me ayudó con empujones más de una vez. Él me tomaba de la espalda, me llevaba unos metros, y empujaba. Agarraba el pelotón, y me quedaba atrás a los segundos. Agarraba el pelotón, y me quedaba atrás. Esto se repitió por lo menos unas 6-8 veces, hasta que paramos para un descanso cortito. Mi sensación era que parecía un yo-yo.

Para los últimos 8 kilómetros, cada uno fue tomando su ritmo y el soñado “fin de la ruta” llegó. ¡Y una cerveza Austral Calafate fue el mejor regalo que pude haber recibido!


Debo reconocer que ha sido la ruta más dura que he hecho, pero por lejos la más educativa. Pedalear con las Reinas siempre es un placer, porque además de compartir mil historias, experiencias y conocer gente nueva; uno termina llena de nuevas enseñanzas y técnicas que desconocía. ¡Y eso es muy bakán!


¡No tengo dudas que una próxima “Travesía” será la excusa perfecta para comprar un pasaje de avión y dejarse caer por la capital!

Carola Fresno


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